Vivo y trabajo en una antigua casona del norte de España, rodeado de bosques y prados que me transportan a mi Baviera natal. Desde pequeño, el Bosque Bávaro ha sido mi refugio y mi inspiración, forjando mi forma de sentir y crear.
Crecí en el Bosque Bávaro, nutriéndome, igual que ahora, con la energía de sus árboles, sus ríos, su roca y su paz. Así se forjaron los cimientos de mi forma de pensar, de sentir y de trabajar, y me desarrollé como ser humano y como artista, sin darme cuenta, de manera espontánea e inevitable.
Bosque y roca, elementos muy presentes en mi vida, también son símbolos para mí: femenino y masculino, yin y yang, opuestos y complementarios a la vez. El vidrio reúne en sí mismo esta simbología, es a la vez sólido y etéreo, representa equilibrio y dualidad, con la contradicción innata de su suma fragilidad y su gran dureza. Incorpora oposiciones y hace de puente. Por eso me gusta.
Lo que me mueve es, por un lado, generar belleza, armonía, sosiego… sensaciones sanadoras, y por otro, ser capaz de superar los retos que el mismo vidrio me plantea. Soy extremadamente detallista y minucioso y trabajo cada obra sin descanso hasta convertirla en esa «Piedra Preciosa» con mayúsculas, fuente de belleza, energía natural, y de las mejores sensaciones.